#6meses de Libia

NEWSLETTER. Violencia en la capital, sucesión política en el este, perspectivas inciertas de reunificación, interés creciente de EE.UU.

#6meses de Libia
Hannah Tetteh presenta su hoja de ruta para Libia ante el Consejo de Seguridad ONU. Fuente: UNSMIL/Youtube
NEWSLETTER. La presentación en agosto de la nueva hoja de ruta por la Representante Especial Hannah Tetteh ofrece algo de optimismo para superar la situación de bloqueo político que arrastra el país. En el Oeste, el enfrentamiento del gobierno con las milicias ha desencadenado episodios muy violentos en la capital, aparentemente superados. En el Este, se comienza a articular la sucesión dentro del clan Haftar. Mientras tanto, crece el interés de EE.UU. por ejercer su diplomacia transaccional con ambos bandos, sin que ello implique una voluntad de resolver el conflicto.

Qué ha pasado.

En el plano interior, el país continúa sumido en un estado de bloqueo político caracterizado por la existencia de dos gobiernos paralelos: el Gobierno de Unidad Nacional (GUN) en el oeste y el Gobierno de Estabilidad Nacional (GEN) en el este.

En la parte occidental, el primer ministro Abdel Hamid Dbeibah se enfrentó en mayo a un fuerte estallido de violencia en la capital que, durante varios días, puso en grave riesgo su permanencia. El asesinato de Al Kikli, líder de la milicia opositora SSA, durante una reunión con otras milicias rivales de Trípoli, desencadenó el enfrentamiento entre el grupo armado Radaa -aliado de SSA- y otras milicias afines al gobierno (como las brigadas 111ª o 444ª). El dirigente aprovechó el malestar de la población -que se manifestó para achacarle gran parte de la responsabilidad por el caos- para anunciar una "restructuración de los servicios de seguridad", lo que, en realidad, buscaba estrechar el cerco sobre los distintos grupos armados y enmarcarlos en las estructuras gubernamentales bajo su control, con el fin de que las tareas de seguridad sean en adelante "exclusivas de las instituciones regulares del Estado". En este esfuerzo, implementó diversas medidas para integrar diversos servicios (Policía Judicial, Inmigración) en el ministerio del Interior, a cargo de Imad Tribelsi (polémico el año pasado por considerar la recuperación de la "policía de la moral").  En efecto, Dbeibah se ve cada vez más cuestionado y presionado para abandonar su puesto desde las instituciones orientales del país, sino también amenazado por algunas de las milicias que antes le apoyaban. Aunque el dirigente se aferra al poder, lo cierto es que fue nombrado como primer ministro de transición en 2021 con objeto de celebrar unas elecciones que nunca tuvieron lugar. En junio presentó su propio plan dirigido a superar la larga crisis política, basado en "tres vías": una reforma del gobierno basada en el mérito y no en cuotas o círculos de influencia; un "proyecto de investigación nacional", para conocer los deseos del pueblo libio; y, por último, un mecanismo claro para garantizar las elecciones y eliminar la necesidad de un gobierno paralelo. Sin embargo, su propuesta no tuvo demasiada acogida en los meses siguientes, en un contexto de alta tensión en la capital, donde han continuado los conflictos entre milicias y los asesinatos entre clanes hasta el definitivo acuerdo alcanzado entre el GUN y la Radaa a mediados de septiembre por mediación de Turquía. La milicia opositora aceptó retirarse del aeropuerto de Mitiga, así como el traspaso del control sobre tres prisiones al ministerio de Justicia y la prohibición de efectuar detenciones. Con el acuerdo, el Directorio de Seguridad (bajo estructura del GUN) pasa a asumir el monopolio de la seguridad en la capital, de forma que las milicias solo pueden disponer de una sede dentro de la ciudad y deben comprometerse a no interferir en los asuntos políticos.

En la parte oriental del país, el clima político es aparentemente estable, aunque ello se deba al creciente control de las instituciones políticas y económicas por parte de Khalifa Haftar y su familia. El mariscal de 83 años continúa articulando el traspaso de poderes en favor de sus hijos: en agosto nombró como su Jefe Adjunto del Ejército Nacional Libio (o Fuerzas Armadas Árabes Libias) a su hijo menor Saddam (34), tras ascenderle previamente al cargo de teniente general y jefe de las fuerzas terrestres. Además, se aseguró de que la Cámara de Representantes modificara la ley militar para que pudiera sucederle a su fallecimiento como Comandante General, asumiendo así todos los poderes. 

Pese a resolver la grave crisis sobre la gobernanza del Banco Central a finales del año pasado, las instituciones de Este y Oeste mantienen un profundo enfrentamiento institucional desde hace más de tres años. En mayo, el presidente Mohammed Menfi (Tripoli) exigía a la Cámara de Representantes (CdR) de Tobruk que sometiera las leyes allí aprobadas a su sanción como Jefe del Estado, como paso previo a su promulgación conforme con la constitución. En respuesta, el presidente de la CdR instó la formación urgente de un nuevo gobierno que sustituyese a los dos gobiernos paralelos, llegando a convocar sesiones para la presentación de candidatos. A finales de julio, el primer ministro del GEN, Osama Hamad, respaldado por la CdR, ordenó a todos los funcionarios bajo su jurisdicción cesar toda colaboración con el gobierno de Dbeibah, debiendo abstenerse de proporcionarle cualquier información o documentación. En agosto, la Autoridad Nacional de Telecomunicaciones -vinculada al GUN del oeste- suspendía temporalmente la actividad de la filial de Huawei por «suscribir contratos ilegales con entidades no autorizadas del país» vulnerando el monopolio de la Autoridad. Sin embargo, pese a las divergencias, comienzan a apreciarse algunos intentos de reconciliar posturas, probablemente resultado de la presión externa. Así, a principios de septiembre el enviado especial de la Casa Blanca para África, Massad Boulos, consiguió reunir en Roma a Ibrahim Dbeibah (sobrino del primer ministro) y Saddam Haftar, siendo el encuentro de más alto nivel entre ambas familias dirigentes en tres años, si bien no ha trascendido ningún detalle sobre lo discutido.

En el plano exterior, el avance más significativo fue el lanzamiento durante el mes de agosto de la nueva hoja de ruta política por parte de la Representante Especial y Jefa de la UNSMIL, Hannah Tetteh, tras recabar la opinión del Comité Consultivo y de los propios libios sondeados a través de la web de la Misión. Este nuevo plan pretende encaminar la reconciliación nacional en un plazo de entre 12 y 18 meses y se basaría en tres pilares: la creación de un marco electoral robusto y viable (incluyendo una mejora de la Comisión Electoral) que permita unas elecciones presidenciales y legislativas simultáneas; la formación provisional de un gobierno unificado y de instituciones compartidas; y la celebración de un diálogo nacional amplio que permita escuchar las expectativas de los libios en varios temas críticos como la seguridad, la gobernanza, la economía y la reconciliación.

Por otro lado, dos actores internacionales han tenido un papel especialmente relevante durante este semestre: EE.UU. y Turquía. En primer lugar, el presidente Trump parece haber recobrado repentinamente el interés por Libia después de un primer momento de aparente retroceso en su escala de prioridades y pese a incluirla en su listado de países con prohibición de viajar a EE.UU. Como con otros estados africanos, Trump busca implementar una diplomacia “transaccional”, promoviendo la estabilidad del país sólo y en la medida en que ello posibilite acuerdos ventajosos para las empresas norteamericanas. Así, la visita de Massad Boulos tanto a Trípoli como a Bengasi y la posterior reunión en Roma ya citada le permite adoptar un rol más activo en la contienda, buscando un equilibrio entre ambas facciones. En la capital, el consuegro del presidente (Boulos es suegro de Tiffany Trump) asistió a la firma de un sustancioso contrato para la compañía Hill International para la gestión de diversos proyectos gasísticos por valor de 235 millones de dólares para Mellitah Oil & Gas. Es más, el propio Dbeibah habría propuesto a EE.UU. un partenariado estratégico con distintos proyectos de inversión por un valor de hasta 70 mil millones en sectores como energía, salud, electricidad, minerales y telecomunicaciones, con el fin de ganarse el favor de la administración norteamericana.  

Turquía también ha incrementado su acción en el país magrebí, adoptando una posición más pragmática que le ha llevado a aproximarse a su viejo contrincante Khalifa Haftar. Su intención de blindar el acuerdo de demarcación marítima suscrito en 2019 con Trípoli -contencioso que le enfrenta a Grecia y Chipre- le ha obligado a acercarse al Este para obtener su ratificación por la Cámara de Representantes de Tobruk. Así, tras el recibimiento brindado a Saddam Haftar en Ankara en abril, el jefe de la inteligencia turca Ibrahim Kalin visitaba a los Haftar en agosto, mientras una fragata turca atracaba en Bengasi por primera vez en años para una visita de cortesía.

Pese a su gran experiencia sobre el terreno, Italia parece haber perdido cierta pujanza en Libia en los últimos meses, o al menos seguiría desplegando su diplomacia más discretamente. La razón podría ser la polémica por la excarcelación en enero del ex jefe de la policía judicial Osama Al Masri -sobre el que pesaba una orden de detención de la CPI por supuestas torturas en centros de detención en Trípoli-, que ha desencadenado la apertura de una investigación sobre varios miembros del gobierno Meloni. Además del fuerte interés económico y energético -especialmente por parte de la petrolera ENI-, Roma pone el énfasis en Libia sobre la cuestión migratoria, lo que le ha llevado este semestre a potenciar las relaciones con Trípoli y Ankara y a firmar un acuerdo para incrementar la colaboración en este dominio.

Por su parte, Rusia continúa apoyando firmemente al ELN de Haftar y, según Crisis Group, seguiría utilizando sus bases militares (Al Jufra, Sirte) como “hub logístico para sus otras operaciones en África”.

Qué esperar.

La evolución de los próximos meses dependerá en gran medida de la acogida e implementación de la hoja de ruta marcada por la Representante Especial Tetteh. Aunque algunos analistas la han recibido con cautela, por temor a que se trate de una propuesta fallida más, lo cierto es que desde muchos sectores se acoge con optimismo, especialmente por contener medidas algo más concretas y plazos ciertamente flexibles. Además, el plan ha contado con el respaldo entusiasta del Consejo de Seguridad y de la UE, así como, en el interior, con la aprobación del primer ministro Dbeibah, el presidente Menfi y las asambleas de Trípoli y Tobruk. En todo caso, la ciudadanía parece estar a favor del impulso democrático iniciado, como parece deducirse de la alta participación del 71% en los comicios municipales del mes de agosto.

A este respecto, será crucial analizar las reacciones de las familias dirigentes Dbeibah y Haftar, que son las que tienen poco que ganar y mucho que perder en caso de continuar por esa senda democrática y de llevarse a cabo la reunificación personificada en nuevos nombres extraídos de las urnas. Además, será clave observar si el primer ministro del GUN consigue consolidar definitivamente su poder en Trípoli frente a las milicias y si ambas facciones dan pasos adelante hacia la integración de las fuerzas de ambos bandos en un ejército unificado.

En el devenir de la situación política libia, como a lo largo de todo este proceso, la voluntad de los múltiples actores internacionales presentes o con intereses en el país resulta absolutamente esencial. Aunque el presidente Trump no parece tener demasiado interés en ahondar en las razones profundas del conflicto, lo cierto es que su nuevo perfil de “pacificador” y la aparente terminación de la guerra en Gaza podrían motivarle para implicarse más en Libia y acelerar -e imponer- la adopción de un acuerdo que pueda favorecer sus propios intereses económicos y geopolíticos en la región, aunque ello ciertamente pueda no suponer -como en otras supuestas “paces” que también esgrime el mandatario- una resolución definitiva del contencioso.